Página:Cuentos escogidos de los Hermanos Grimm.pdf/262

Esta página no ha sido corregida
252
Cuentos de Grimm.

Y añadió:

—Vamos correr otra vez.

Y volvió á correr partiendo como un torbellino, saltando varas enteras, de modo que sus orejas flotaban al viento.

La mujer del erizo no se movió de su puesto; cuando la liebre llegó al otro estremo de la tierra, la gritó el erizo:

—Aquí estoy.

La liebre fuera de sí, dijo:

—Volvamos á empezar, vamos á correr otra vez.

Por qué no? respondió el erizo, estoy dispuesto á continuar todo el tiempo que quieras.

La liebre corrió asi setenta y tres veces seguidas, y el erizo sostuvo la lucha hasta el fin; cada vez que la liebre llegaba á un estremo ú otro del campo, el erizo ó su mujer, decían siempre.

—Aquí estoy.

A las setenta y cuatro veces, la liebre no pudo concluir.

Rodó por el suelo, en medio del campo la empezó á salir sangre por todas partes y espiró en el acto. El erizo cogió el luis de oro había ganado y que la botella de aguardiente, llamó á su mujer para que saliese del surco y amhos entraron muy contentos en su casa y, si no se han muerto, viven todavía.

Asi fue cómo el erizo en el erial de Buxtelmde (1) corrió hasta que hizo morir á la liebre, y desde aquel tiempo ninguna liebre se ha atrevido á correr con ningun erizo de Buxtelmde.

La moral de esta historia es mucho mas importante de lo que puede imaginarse; nadie, en primer lugar, debe burlar(1) Pals á cuyos habitantes se acusa de ser los bobos de Alemania.