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Cuentos de Grimm.

gaba los árboles con la mano, se lo echó á cuestas y se presentó en palacio. El rey preguntó quién era aquel mozo tan vigoroso que llevaba en las espaldas un fardo de paño tan grande como una casa, y cuando lo supo se asustó pensando en todo el oro que cabia dentro. Hizo traer un tonel que apenas podian hacer rodar seis hombres de los mas fuertes, pero el Hércules lo cogió con una mano y, echándole en el saco se quejó de que le hubiesen traido tan poco que no habia, ni aun para llenar el fondo.

El rey hizo traer sucesivamente todo su tesoro, que pasó entero al saco, sin llenar ni aun la mitad.

—Traed mas, gritó el Hércules, dos nueces no bastan para hartar á un hombre.

Trajeron además setecientos carros cargados de oro de todas las partes del reino, y los metió en el saco con bueyes y todo.

Cuando estuvo todo dentro, aun quedaba lugar, pero dijo:

—Hay que concluir, bien puede uno cerrar su saco antes de que esté lleno.

Y se le echó á espaldas, y fué á reunirse á sus compaferos.

El rey viendo que un solo liombre se lievaba todas las riquezas del reino, se puso muy enfadado y mandó montar á toda su caballería, con la órden de perseguir á los compañeros y quitarles el saco. Poco despues les alcanzaron dos regimientos que les dijeron:

—Daos prisioneros, entregad el saco, y el oro que contiene, ó moris en el acto.

—¿Qué decís? respondió el que soplaba; ¿que somos prisioneros? Antes echareis todos á volar.

Y tapándose una de las narices se puso á soplar con la