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Cuentos de Grimm.

la oudiua las injurias mas violentas, mas no sintió respuesta alguna. El agua continuaba tranquila y la luna casi llena la miraba sin hacer el menor movimiento.

231 La pobre mujer no se separaba del estanque; con precipitados pasos y sin descansar daba vueltas á au alrededor, callando unas veces, dando gritos otras y murmurando algunas en voz baja. Faltáronle al fin las fuerzas, se sento en el suelo y cayó en un profundo letargo; bien pronto comenzó á soñar.

Parecíala subir con la mayor inquietud por entre dos masas de rocas; las espinas y las piedras herian sus pies; la luna bañaba su rostro y el viento agitaba sus largos cabellos. Cuando llegó á la cumbre de la montaña, todo cambió de aspecto. El cielo era azul, el aire suave, la tierra descendia en suave pendiente, y en medio de un verde prado, esmaltado todo de flores, vió una bonita cabaña; se acercó á ella y abrió la puerta; en el interior se hallaba sentada una anciana de cabellos blancos, que la hizo una seña con la mayor amabilidad. La pobre mujer despertó en el mismo instante. Era ya de dia y decidió poner en seguida en práctica, lo que su sueño la habia aconsejado. Subió la montaña con gran trabajo y encontró todo lo que habia visto la noche anterior; la vieja la recibió con mucha bondad la indicó una silla donde sentarse.

—Sin duda has tenido alguna desgracia, la dijo, cuando vienes á visitar mi solitaria cabaña.

La mujer la refirió llorando lo que la habia pasado.

—Consuélate, dijo, yo te socorreré. Toma ese peine de oro; espera hasta que llegue la luna llena, entonces vas á la orilla del estanque, te sientas y pasas el peine por tus largos cabellos negros. Cuando hayas concluido, le pones allí al lado y ya verás lo que sucede.