, Y se echó en ella.
Pero cuando iban á cerrársele los ojos, comenzó á andar la cama por sí misma y á dar vueltas alrededor del cuarto.
—Tanto mejor, dijo, tanto mejor.
Y la cama continuó corriendo por los suelos y escaleras como si tiraran de ella seis caballos. Mas de repente cayó, quedándose él debajo y sintiendo un peso como si tuviera una montaña encima, pero levantó las colchas y almoliadas y se puso en pie diciendo:
—No tengo ganas de andar.
Se sentó junto al fuego y se durmió hasta el otro dia.
El rey vino á la mañana siguiente, y como le vió caido en el suelo creyó que los espectros habian dado fin con él y que estaba muerto. Entonces dijo:
—¡Qué lastima de hombre! tan buen mozo!
El jóven al oírle, se levantó y le contestó:
—Aun no hay por qué tenerme lástima.
El rey, admirado, le preguntó cómo le habia ido.
—Muy bien, le respondió, ya ha pasado una noche, las otras dos vendrán y pasarán tambien.
Cuando volvio á la casa le miró asombrado el posadero.
—Temia, dijo, no volverte á ver vivo; ¿sabes ya lo que es miedo?
—No, contesto, todo es inútil, si no hay alguien que quiera enseñármelo.
A la segunda noche fue de nuevo al castillo, se sentó á la lumbre, y comenzó su vieja cancion:
¿Quién me enseña lo que es miedo?
A la media noche comenzaron á oirse ruidos y golpes, primero débiles, despues mas fuertes, y por último cayó por la chimenea con mucho ruido la mitad de un hombre, quedándose delante de él.