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Cuentos de Grimm.

Locos, esclamó, ¿por qué gritais? si teneis frio, venid, sentaos á la lumbre, y calentaos.

Y apenas hubo dicho 'esto, vió dos hermosos gatos negros, que se pusieron á su lado y le miraban con sus ojos de fuego; al poco rato, en cuanto se hubieron calentado, dijeron:

—Camarada, ¿quieres jugar con nosotros á las cartas?

—¿Por qué no? les contestó; pero enseñadme primero las patas., Entonces estendieron sus manos.

—¡Ah! les dijo ¡qué uñas tan largas teneis! aguardad á que os las corte primero.

Entonces los cogió por los pies, los puso en el tajo y los aseguró bien por las patas.

—Ya os he visto las uñas, les dijo, ahora no tengo ganas de jugar.

Los mató y los tiró al agua. Pero á poco de haberlos tirado, iba á sentarse á la lumbre, cuando salieron de todos los rincones y rendijas una multitud de gatos y perros negros con cadenas de fuego; eran tantos en número que no se podian contar; gritaban horriblemente, rodeaban la lumbre, tiraban de él y le querian arañar. Los miró un rato con la mayor tranquilidad, y asi que se incomodó cogió su cuchillo, esclamando:

—Marchaos, canalla.

Y se dirigió hácia ellosbre Una parte escapó y á la otra la mató y la echó al estanque. En cuanto concluyó su tarea se puso á soplar la lum3 volvió á calentarse. Y apenas estuvo sentado, comenzaron á cerrársele los ojos y tuvo ganas de dormir. Miró á su alrededor, y vis en un rincon una hermosa cama.

—Me viene muy bien, dijo.