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Cuentos de Grimm.

Al ver á Tom Pouce, se admiraron los dos forasteros, no sabiendo qué pensar.

Uno de ellos llamó aparte al otro y le dijo:

—Ese diablillo podria hacer nuestra fortuna si le enseñásemos por dinero en alguna ciudad; hay que comprarle.

Se acercaron al labrador y le dijeron:

—Vendednos ese enanillo: le cuidaremos bien.

—No, respondió el padre, es hijo mio, y no le vendo por todo el oro del mundo.

Pero al oir la conversacion, Tom Ponce habia trepado por los pliegues del vestido de su padre subiendo hasta sus espaldas, desde donde le dijo al oido: .

—Padre vendedme & esos hombres, volveré pronto.

Su padre se le dio á los hombres por una hermosa moneda de oro.

—¿Dónde quieres ponerte? le dijeron.

—¡Ah! ponedme en el ala de vuestro sombrero; podré pasearme y ver el campo, y tendré cuidado de no caerme.

Hicieron lo que él queria, y en cuanto Tom Pouce se despidió de su padre, se marcharon con él, caminando hasta la noche. Entonces los gritó el hombrecillo:

—Esperadme, necesito bajar.

—Quédate en el sombrero, dijo el hombre; poco me importa lo que tengas que hacer, los pájaros hacen mucho mas algunas veces.

—No, no, dijo Tom Pouce, bajadme en seguida.

El hombre le cogió y le puso en el suelo, en una tierra junto al camino; corrió un instante entre los surcos, y despues se metió en un agujero que habia buscado espresamente.

—Buenas noches, caballeros, ya estais demás aquí,—les grito riendo.