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Cuentos de Grimm.
arrimase la barca. El barquero le mandó entrar, y en cuanto estuvieron al otro lado, le puso el remo en la mano Y saltó fuera. El rey quedó asi de barquero en castigo de sus pecados.
—¿Sigue siéndolo todavía?
—¡Ah! sin duda, puesto que nadie le ha tomado el remo.