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Cuentos de Grimm.

Para consolarla, la dijo el rey.

—Deja tu cuarto abierto esta noche; mis criados estarán á la puerta y, en cuanto esté dormido, entrarán y le llevarán cargado de cadenas á un navío que le conducirá lejos de aquí.

La reina estaba muy contenta, pero un escudero del rey que lo había oido todo y que amaba al nuevo príncipe, fué le descubrió el complot.

—Yo lo arreglaré le dijo el sastre.

Por la noche se acostó como de costumbre, y cuando su mujer le creyó bien dormido fué abrir la puerta y se volvió á acostar á su lado. Pero el hombrecillo, que fingia dormir, se puso á gritar en alta voz.

— Vamos, muchacho terminas ese chaleco ó te doy con la vara en las orejas. He derribado siete de un cachete, he muerto dos jigantes, cazado un unicornio y un jabalí, ¿tendré miedo de gentes que están ocultas á mi puerta?

Al oir estas últimas palabras se asustaron todos de tal modo que echaron á correr como si hubieran visto al diablo, y nadie se atrevió ya á declararse contra él. De esta manera conservó la corona toda su vida.