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Cuentos de Grimm.

133 cuerno metido en el árbol á fuerza de hachazos y, cuando hubo acabado, llevó el animal delante del rey.

Pero el rey no podia decidirse á cumplirse su palabra y le impuso otra tercera condicion. Se trataba de apoderarse de un jabalí que hacia grandes estragos en los bosques. Los cazadores del rey tenian órden de ayudarle. El sastre aceptó diciendo que esto no era mas que un juego de niños. Entró solo en el bosque sin que lo sintieran los cazadores, á los que el jabalí habia recibido ya muchas veces de tal manera que no tenian ánimo de volver. El jabalí en cuanto distinguó al sastre se precipitó hácia él, echando espuma y enseñando sus agudos colmillos, pero el ligero hombrecillo se refugió en una ermita que habia allí cerca y volvió á salir enseguida, saltando por la ventana. El jabalí entró detrás de él, pero el sastrecillo volvió en dos saltos y cerró la puerta de modo que la fiera se encontró presa, pues era demasiado pesada y grande para salvarse por el mismo camino. Despues de esta hazaña llamó á los cazadores para que vieran al prisionero con sus propios ojos, y se presentó al rey, el cuál se vió obligado esta vez á darle á pesar su yo su hija y la mitad de su reino. Con mucha mas dificultad se hubiera decidido si hubiese sabido que su yerno no era un gran guerrero sino un infeliz sastrecillo.

La boda se celebró con mucha magnificencia y poca alegría, y de un sastre se hizo un rey.

Algun tiempo despues, la jóven reina oyó una noche á su marido que decia soñando.—Vamos, muchado, concluye ese chaleco y remienda ese pantalon ó sino te doy con la vara entre las orejas.—Comprendió entonces el sitio en que se había educado su marido y al dia siguiente fué á quejarse á su padre suplicándole la librara de un marido que no era mas que un miserable sastre.