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Cuentos de Grimm.

basta han arnegocio ha estado reñido, querian resistir rancado árboles para tirármelos, pero ¿de qué sirve todo esto contra un hombre como yo que derriba siete de un cachete?

—¿No estás herido? le preguntaron los soldados.

—No, dijo, no han podido tocarme ni á la punta de un cabello?

Los soldados no quisieron creerlo; entraron en el bosque y encontraron en efecto á los jigantes nadando en su sangre y los arboles arrancados por todas partes á su alrededor.

El sastrecillo reclamó la recompensa prometida por el réy, pero éste, que se arrepentia de haber empeñado su palabra, buscó un medio para librarse del héroe.

—Hay, le dijo, otra aventura que debes llevar a cabo antes de obtener á mi hija y la mitad de mi reino. Frecuenta mis bosques un unicornio que hace muchos estragos, es preciso que te apoderes de él.

—Un unicornio me da todavía menos miedo que dos jigantes; siete de un cachete es mi divisa.

Tomó una cuerda y un hacha y entró en el bosque mandando á los que le acompañaban que le esperasen fuera. No tuvo que andar mucho tiempo; el unicornio apareció bien pronto y corrió hácia él para herirle.—Poco á poco, dijo, muy deprisa no está en regla.—Permaneció inmóvil hasta que el animal estuvo cerca de él, y entonces se deslizó muy listo detrás del tronco de un árbol. El unicornio, que se habia lanzado contra el árbol con todas sus fuerzas, metió en él un cuerno tan profundamente que le fue imposible sacarle, y asi le cogió.—El pájaro está en la jaula, se dijo el sastre, y saliendo de su escondrijo, se acercó al unicornio, le pasó la cuerda alrededor del cuello, le partió el