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Cuentos de Grimm

taba calva y rapada lo mismo que su barba. Sin embargo, aún no conocia toda su desgracia, pues bien pronto vio que la joroba que llevaba por detrás habia producido otra que le salia por delante.

Conoció entonces que era castigado por su avaricia y comenzó á lanzar profundos gemidos.

El bueno del sastre, despierto por sus lamentos, le consoló lo mejor que pudo y le dijo:

—Somos compañeros, hemos viajado juntos, quédate conmigo, mi tesoro bastará para los dos.

Cumplió su palabra, pero el herrero se vio obligado á llevar toda su vida sus dos jorobas, y á ocultar bajo su gorro su cabeza sin un pelo.