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Cuentos de Grimm.

Ahora, esclamó el sastrecillo, suplico á Dios que tenga á bien bendecir esta buena crema para que me dé fuerza y vigor.

Y cogiendo el pan del armario partió una larga rebanada para estender su crema encima.

—¡Qué bien me va á saber! pensó para sí, pero antes de comérmela voy á acabar este chaquet.

Colocó la tostada á su lado y se puso á coser de nuevo, y era tal su alegría que daba las puntadas cada vez mayores. Pero el olor de la crema atraia las moscas que cubrian la pared y vinieron en gran número á colocarse encima de ella.

—¿Quién os ha llamado aquí? dijo el sastre echando estos httéspedes incómodos.

Pero las moscas sin hacerle caso volvieron en mayor número que antes.

Se incomodó entonces, y sacando de su cajon un pedazo de paño:

—Esperad, esclamó, yo os arreglaré, y las dió sin piedad..

Despues del primer golpe, contó las muertas y no habia nada menos que siete, que estaban con las patas estendidas.

—¡Diablo! se dijo admirado de su valor, parece que soy un valiente; es necesario que lo sepa toda la ciudad.

Y en su entusiasmo se hizo un cinturon bordó encima con letras muy gordas: «Mató siete de un cachete.» —Pero la ciudad es muy pequeña, añadió en seguida; debe saberlo el mundo entero.

El corazon le saltaba de alegría dentro del pecho, como la cola de un corderillo.

Se puso su cinturon y resolvió correr el mundo, pues su