EL SASTRECILLO VALEROSO.
Un sastrecillo estaba sentado en su mesa cerca de la ventana en una hermosa mañana de verano, cosiendo alegremente y con mucha prisa, cuando acertó á pasar por la calle una mujer que voceaba:
—¿Quién compra buena crema? ¿Quién compra buena crema?
Esta palabra crema sonó tan agradablemente á nuestro hombre que, asomando su pequeña cabeza por la ventana, esclamó:
—Aquí, buena mujer, entrad aquí y encontrareis comprador.
Subió cargada con su pesado cesto los tres escalones de la tienda del sastre y tuvo que poner delante de él todos sus cacharros para que los mirase, manejase y oliese el uno despues del otro concluyendo por decir:
Me parece que es buena esta crema; dadme dos onzas, buena mujer, y aunque sea un cuarteron.
La vendedora, que habia creido hacer un negocio mucho mejor, le dió lo que pedia, pero se fué gruñendo y refunfuñando.