La madre no se atrevió é negarse: puso á la lumbre una marmita muy grande, llena de tocino, y se le dió en cuanto estuvo cocido.
156 —Vamos, dijo, ahora ya se puede tomar un bocado.
Y se lo tragó todo sin que se le quitase el hambre.
Entonces dijo a su padre:
—Veo que en casa no hay lo que necesito para comer. Buscadme una barra de hierro, bastante fuerte, que no se rompa encima de mi rodilla y me iré á correr el mundo.
El labrador estaba admirado. Enganchó los dos caballos al carro y trajo de la fragua una barra de hierro tan grande tan gruesa que apenas podian arrastrarla los dos caballos.
El jóven la cogió y la rompió en su rodilla como una paja; tiró los pedazos á un lado. El padre enganchó cuatro caballos, y trajo otra barra de hierro, mucho mas grande y fuerte que la primera. Pero su hijo la rompió tambien encima de la rodilla, diciendo: Esta tampoco vale nada, traedme otra mas fuerte. El padre enganchó por último ocho caballos y trajo una que apenas podian arrastrarla todos ellos.
En cuanto la cogió el hijo en su mano, rompió un poco de una punta; y dijo á su padre: Ahora veo que no podeis procurarme una barra de hierro como la que necesito. Me marcho de vuestra casa.
Para correr el mundo se hizo herrero. Llegó á una ciudad donde habia un herrero muy avaro que no daba nunca nada á nadie y queria guardárselo todo para él solo. Se presentó en la fragua y le pidió trabajo. El maestro se admiró de ver un jóven tan vigoroso, y contó con que daria buenos martillazos y ganaria bien su dinero. ¿Cuánto quieres de jornal? le preguntó.
—Nada, respondió el otro, pero cada quincena cuando`