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Cuentos de Grimm.

¿qué cantas, qué cantas, díme?

cantas, cantas tu pesar.

¿Qué canta mi palomita, qué cantas, dímelo tú, cantas acaso su muerte?

Cántala tú, sí, tú, sí, tú.

Juanito míró á Juanita, la cual se habia convertido en un ruiseñor, que cantaba, sí, tú, sí, Įtú. Un ave nocturna de brillantes ojos voló tres veces alrededor de ella, y gritó tambien tres veces: ¡hu, hu, hu! Juanito no podia moverse, estaba como petrificado, no podia llorar, ni hablar, ni menear mano ni pié. Acababa de ponerse el sol, voló el ave á un arbusto y á poco salió de detrás de él una vieja pálida y flaca; con grandes ojos colorados, nariz aplastada y retorcida por la punta que la llegaba hasta la barba. Murmuro algunas palabras, llamó al ruiseñor y le cogió con la mano.

Juanito no podia hablar, ni moverse del sitio donde se hallaba; el ruiseñor desapareció. Volvió luego la mujer y dijo con voz ronca:

—Yo te saludo, la luna ha aparecido en el cielo, estás libre; sea en buen hora.

Y Juanito quedó en libertad.

Arrojóse entonces á los pies de aquella mujer, y le suplicó le permitiese llevarse á su Juanita, mas ella le dijo que no lo conseguiria jamás, y se marchó. La llamó, llorú, se lamento, todo fue en vano.

—¡Oh, qué va á ser de mí!

Juanito echó á andar hasta que llegó á una aldea lejana, donde guardó ovejas por mucho tiempo. Con frecuencia iba á dar una vuelta alrededor del castillo, pero nunca se