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Cuentos de Grimm.

Veo, dijo el afilador, que os habeis arreglado siempre á las mil maravillas. Ahora solo os falta encontrar un medio de tener siempre la bolsa llena y ya sois feliz.

—Pero, ¿cómo encontrarle?

—Haceos afilador como yo. Para ello, sólo necesitais una piedra de afilar, lo demás se consigue con el tiempo. Yo tengo una un poco descantillada, es verdad, pero os la daré de balde por vuesto pato. ¿Aceptais?

—No hay que hablar mas palabras, contestó Juan, soy el hombre mas feliz de la tierra. Al diablo los cuidados teniendo siempre la bolsa llena.

Cogió la piedra y dió su ganso en cambio.

—Tomad, le dijo el afilador, presentándole un guijarro muy grande que se hallaba á sus pies: os regalo además esa otra piedra que es muy buena; se puede golpear con ella todo lo que se quiera, y os servirá para enderezar los clavos viejos. Llevadla con cuidado.

— Juan çargó con el guijarro y se fué con el corazon lleno de alegría y los ojos bailandole en la cara.

—A fé mia, esclamo, he debido nacer de pié; consigo todo lo que quiero, ni mas ni menos que si hubiera venido al mundo en domingo.

Pero como estaba de pié desde el amanecer, comenzó á sentirse cansado. Tambien comenzaba á atormentarle el hambre, pues su alegría, cuando adquirió la vaca, le hizo consumir todas sus provisiones de una vez. Andaba con mucho trabajo y parándose á cada paso. La piedra y el guijarro le pesaban horriblemente: no pudo menos de pensar que seria mucho mas feliz, si no tuviera que llevar nada encima. Se acercó como pudo á un charco que se hallaba próximo, para descansar y beber un trago de agua, y por no hacerse daño con las piedras al sentarse, las colocó á