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Cuentos de Grimm.

tar, pues siempre tendré manteca y queso para que le hagan compañía. Si tengo sed, ordeño mi vaca y bebo leche. ¿Qué más puedo desear?

Detúvose en la primera posada que encontró, y consumió alegremente todas las provisiones que habia tomado para el camino. Con los dos maravedises que le quedaban, se bebió un vaso de cerveza y continuó su viaje arreando su vaca. Acercábase en tanto el medio dia, el calor era sofocante, y Juan se encontró en un erial que tenia mas de una legua de largo. Sentia tanto calor que la sed le pegaba la lengua al paladar.

—Este mal tiene remedio, pensó para sí; voy á ordeñar mi vaca y á refrescarme con un vaso de leche.

Ató la vaca á un árbol seco, y á falta de otra cosa, cogió su sombrero, mas por mucho que apretaba con la punta de los dedos, no sacaba ni una gota de leche; para colmo de la desgracia, como hacia muy mal la operacion, el animal, impaciente, le dió una coz en la cabeza y le derribó al suelo, donde permaneció por largo rato.

Por fortuna le levantó un cortador que acertó á pasar por allí cargado con un cerdo; Juan le refirió lo que habia pasado.

El carnicero le dió á beber un trago, diciéndole:

—Bebe esto para tomar fuerzas; esa vaca no te dará nunca leche; es muy vieja y sólo sirve para uncirla á una carreta ó llevarla al matadero.

Juan se arrancó los cabellos de desesperacion.

—¡Quién lo hubiera sabido! exclamaba. Cierto que el que la mate puede comérsela; pero á mí no me gusta la carne de vaca, no sabe á nada. Si fuera un cerdito como el vuestro, seria mucho mejor, aun prescindiendo de las morcillas.

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