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Cuentos de Grimm

miracion. En cuanto estuvo vacío el primer cuarto pasaron al segundo y después al tercero, concluyendo en muy poco tiempo. Entonces se marcharon las tres jóvenes, diciendo:

—No olvides tu promesa, que no tendrás de qué arrepentirte.

Cuando la joven enseñó á la Reina las piezas vacias y el hilo hilado, se fijó el dia de la boda. El Príncipe estaba admirado de tener una mujer tan hábil y trabajadora, y la amaba con ardor.

—Tengo tres primas, le dijo, que me han hecho mucho bien, y á las que no quiero olvidar en mi felicidad; permitidme convidarlas á mi boda y sentarlas á nuestra mesa.

El príncipe y la reina no la pusieron ningún obstáculo. El dia de la boda llegaron tres mujeres magníficamente ataviadas, y la novia les dijo:

—Bien venidas seáis, queridas primas.

—¡Oh! exclamó el príncipe, tienes unas parientas bien feas.

Dirigiéndose después á la que tenia el pie ancho:

—¿De qué tienes ese pie tan grande? la preguntó.

—De hacer dar vueltas á la rueda -le contestó-, de hacer dar vueltas á la rueda.

A la segunda:

—¿De qué tienes ese labio tan caído?

—De haber mojado el hilo, de haber mojado el hilo.

Y á la tercera:

—¿De qué tienes ese dedo tan largo?

—De haber torcido el hilo, de haber torcido el hilo.

El príncipe, asustado al ver aquello, juró que desde allí en adelante no volveria su esposa á tocar la rueca, librándola así de esta odiosa ocupacion.