Puedo decir, pensaba el sastre, que me ha caido el premio grande de la lotería. Mi madre tenia razon cuando decia que, con fe en Dios y fortuna, se sale bien en todo.
El zapatero se vió obligado á hacer los zapatos que sirvieron al sastre para el baile de boda. Despues le echarou de la ciudad, prohibiéndole entrar nunca en ella. Tomó el camino del bosque, y al pasar por delante de la horca, anoDadado por el calor, la cólera y los celos, se echó al lado de los palos. Pero cuando iba á dormirse, los dos cuervos que se hallaban encima de las cabezas de los ahorcados, se lanzaron sobre él dando grandes gritos y le sacaron los ojos.
Corrió como un insensato á través del bosque, y debe ha•ber muerto de hambre, pues desde entonces nadie le ha visto, ni tenido noticia de él.