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Cuentos de Grimm.

Como sabia bien su oficio, no tardó en darse á conocer, y todos querían tener un vestido nuevo, hecho de su mano.

Su fama crecia de dia en dia, y el rey, por último, le nombró sastre de la córte.

Pero, ¡cuántas vueltas da el mundo! En el mismo dia, su antiguo camarada el zapatero, fue nombrado zapatero de la córte. Cuando vió al sastre con sus dos buenos ojos, se turbó su conciencia:—Antes que piense en vengarse de mí, se dijo, tengo que tenderle algun lazo.

Pero con frecuencia se tienden lazos á los demás para caer en ellos uno mismo. Por la noche, concluido su trabajo, fué á palacio en secreto, y dijo al rey:—Señor, el sastre es un hombre muy orgulloso: se ha alabado de que encontraria la corona de oro que habeis perdido tanto tiempo hace.

—Me alegraría mucho, dijo el rey.—Y al dia siguiente llamó al sastre á su presencia y le mandó traerle la corona ó salir para siempre de la ciudad.

—¡Ah! dijo el sastre; sólo los bribones prometen lo que no pueden cumplir! Ya que este rey tiene la obstinacion de exigir de mí lo que no puede hacer ningun hombre, no esperaré su amenaza: voy á marcharme ahora mismo.

Hizo su maleta, pero al salir por la puerta sentia disgusto de alejarse de una ciudad en que todo le habia salido bien. Pasó por delante del estanque donde habia hecho amistad con los patos; la ánade vieja, á que habia dejado sus hijuelos, estaba de pié á la orilla, arreglándose las plumas con el pico. Le conoció en seguida y le preguntó á dónde iba tan triste.

—No lo estrañarás cuando sepas lo que me ha sucedido, respondió el sastre. Y la contó su situacion.

—¿No es mas que eso? dijo el ánade, nosotros podemos