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Cuentos de Grimm.

un poco en la apariencia. Devolvió la calabaza al sastre, diciéndole :

—No me he querido negar á vuestra invitacion : he bebido por la sed presente y por la sed futura. ¿Quereis que viajemos juntos?

—Con mucho gusto, dijo el sastre, siempre que vayamos á alguna gran ciudad, donde no falte trabajo.

—Esa es mi intencion, dijo el zapatero; en los lugares pequeños no hay nada que hacer las gentes van con los pies descalzos.

Y comenzaron á caminar juntos á pie, como los perros del rey.

Ambos tenian más tiempo que perder que dinero que gastar. En todas las ciudades donde entraban, visitaban á los maestros de sus oficios, y, como el sastrecillo era un muchacho muy guapo y de muy buen humor, le daban trabajo con mucho gusto, y aun á veces la hija del maestro le daba además algun que otro apreton de manos por detrás de la puerta. Cuando volvia á reunirse con su compañero, su bolsa era siempre la más repleta. Entonces el zapatero, gruñendo siempre, se ponia aun más feo, refunfuñando por jo bajo:

—Sólo los pícaros tienen fortuna.

Pero el sastre no hacia más que reirse, y repartia todo lo que tenia con su compañero. En cuanto oia sonar metal en su bolsillo se hacia servir de lo mejor, y manifestando con gestos au alegría, hacia saltar los vasos encima de la mesa.

Por él podia muy bien decirse : pronto «ganado, pero aun más pronto gastado.» Despues de haber viajado durante algun tiempo, llegaron á un espeso bosque, por el que atravesaba el camino de la capital del reino. Habia que elegir entre dos sendas; por