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Cuentos de Grimm.
, ban por el mar, y el cielo estaba negro como la pez; tronaba, relampagueaba y el mar levantaba olas negras tan altas como campanarios y montañas, y todas llevaban en su cima una corona blanca de espuma. Púsose á gritar, pues apenas podia oirse él mismo sus propias palabras:
Tararira ondino, tararira ondino, hermoso pescado, pequeño vecino, mi pobre Isabel grita y se enfurece, es preciso darla, lo que se merece.
—¿Qué quieres tú, amigo? dijo el barbo.
—¡Ah, contestó, quiere ser semejante á Dios!
—Vuelve y la encontrarás en la choza.
Yá estas horas viven allí todavía.
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