las buenas en el puchero, las malas en el caldero.
Entraron por la ventana de la cocina dos palomas blancas, despues dos tórtolas y por último comenzaron á revolotear alrededor del hogar todos los pájaros del cielo que acabaron por bajarse á la ceniza y las palomas picoteaban con sus piquitos diciendo pí, pí, y los demás pájaros comenzaron á decir tambien pí, pf, y pusieron todas las lentejas buenas en el plato, y aun no habia trascurrido media hora, cuando ya estaba todo concluido y se marcharon volando. Llevo la niña llena de alegría el plato a su madrastra, creyendo la permitiria ir á la boda, pero la dijo:—Todo es inútil, no puedes venir, porque no tienes vestido y no sabes bailar; se reirían de nosotras.—La volvió entonces la espalda y se marchó con sus orgullosas hijas.
á En cuanto quedó sola en casa, fué la Cenicienta al sepulcro de su madre, debajo del árbol, y comenzó á decir:
Arbolito pequeño, dáme un vestido; que sea de oro y plata, muy bien tejido.
El pájaro la dió entonces un vestido de oro y plata y unos zapatos bordados de plata y seda; en seguida se puso el vestido y se marchó á la boda; sus hermanas y madrastra no la conocieron, creyendo seria alguna princesa estranjera, pues les pareció muy hermosa con su vestido de oro, y ni aun se acordaban de la Cenicienta, creyendo estaria mondando lentejas sentada en el hogar. Salió á su encuentro el hijo del rey, la tomó de la mano y bailó con ella, no permitiéndola bailar con nadie, pues no la soltó de la ma-