car a los otros tigres y van a venir todos. Van a venir todos los tigres, y van a pasar!
—¡NI NUNCA!— gritaron las rayas más jóvenes y que no tenían tanta experiencia.
—¡Sí, pasarán!— respondieron tristemente las más viejas. —Si son muchos, acabarán por pasar... Vamos a consultar a nuestro amigo.
Y fueron todas a ver al hombre, pues no habían tenido tiempo aún de hacerlo, por defender el paso del río.
El hombre estaba siempre tendido, porque había perdido mucha sangre, pero podía hablar y moverse un poquito. En un instante las rayas le contaron lo que había pasado, y cómo habían defendido el paso a los tigres que lo querían comer. El hombre herido se enterneció mucho con la amistad de las rayas que le habían salvado la vida, y dió la mano con verdadero cariño a las rayas que estaban más cerca de él. Y dijo entonces:
—¡No hay remedio! Si los tigres son muchos, y quieren pasar, pasarán...
—¡No pasarán!— dijeron las rayas chi-