Fueron al taller del hombre y volvieron con la lima. Creyendo que uno solo no tendría fuerzas bastantes, sujetaron la lima entre los tres y empezaron el trabajo. Y se entusiasmaron tanto, que al rato la jaula entera temblaba con las sacudidas y hacía un terrible ruido. Tal ruido hacía, que el perro se despertó, lanzando un ronco ladrido. Mas los coatís no esperaron a que el perro les pidiera cuenta de ese escándalo, y dispararon al monte, dejando la lima tirada.
Al día siguiente los chicos fueron temprano a ver a su nuevo huésped, que estaba muy triste.
—¿Qué nombre le pondremos?— preguntó la nena a su hermano.
—¡Ya sé!— respondió el varoncito. —¡Le vamos a poner Diecisiete!
¿Por qué Diecisiete? Nunca hubo bicho del monte con nombre más raro. Pero el varoncito está aprendiendo a contar, y tal vez le había llamado la atención aquel número.
El caso es que se llamó "Diez y siete".