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HORACIO QUIROGA

En dos minutos la gamita se tomó toda la miel, y loca de contento fué a contarle a su mamá. Pero la mamá la reprendió seriamente.

—Ten mucho cuidado, mi hija— le dijo —con los nidos de abejas. La miel es una cosa muy rica, pero es muy peligroso ir a sacarla. Nunca te metas con los nidos que veas.

La gamita grito contenta:

—Pero no pican, mamá! Los tábanos y las uras sí pican; las abejas, no.

—Estás equivocada, mi hija,— continuó la madre. —Hoy has tenido suerte, nada más. Hay abejas y avispas muy malas. Cuidado, mi hija, porque me vas a dar un gran disgusto.

—Sí, mamá! ¡sí, mamá!— respondió la gamita. Pero lo primero que hizo a la mañana siguiente, fué seguir los senderos que habían abierto los hombres en el monte, para ver con más facilidad los nidos de abejas.

Hasta que al fin halló uno. Esta vez el nido tenía abejas oscuras, con una fajita