el viaje con él cuando fuí hasta el mar, y tiene un torpedo. El vió un combate entre dos buques de guerra, y trajo hasta aquí un torpedo que no reventó. Vamos a pedírselo, y aunque está muy enojado con nosotros los yacarés, tiene buen corazón y no querrá que murainos todos.
El hecho es que antes, muchos años antes, los yacarés se habían comido a un sobrinito del Surubí, y éste no había querido tener más relaciones con los yacarés. Pero a pesar de todo fueron corriendo a ver al Surubí, que vivía en una gruta grandísima en la orilla del río Paraná, y que dormía siempre al lado de su torpedo. Hay surubíes que tienen hasta dos metros de largo, y el dueño del torpedo era uno de ésos.
—¡Eh, Surubí! — gritaron todos los yacarés desde la entrada de la gruta, sin atreverse a entrar, por aquel asunto del sobrinito.
— ¿Quién me llama? — contestó el Surubí.
—¡Somos nosotros, los yacarés!
—No tengo ni quiero tener relación con