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CUENTOS DE LA SELVA

tes la nariz muy gruesa y torcida, sólo los flamencos estaban tristes, porque como tięnen muy poca inteligencia, no habían sabido cómo adornarse. Envidiaban el traje de todos, y sobre todo el de las víboras de coral. Cada vez que una víbora pasaba por delante de ellos, coqueteando y haciendo ondular las gasas de serpentina, los flamencos se morían de envidia.

Un flamenco dijo entonces:

—Yo sé lo que vamos a hacer. Vamos a ponernos medias coloradas, blancas y negras, y las víboras de coral se van a enamorar de nosotros.

Y levantando todos juntos el vuelo, cruzaron el río y fueron a golpear en un almacén del pueblo.

—¡Tán-tán!— pegaron con las patas.

—¿Quién es?— respondió el almacenero.

—-Somos los flamencos. ¿Tiene medias coloradas, blancas y negras?

—No, no hay— contestó el almacenero.

—¿Están locos? En ninguna parte van a encontrar medias así.