Página:Cuentos de la Alhambra (1833).pdf/91

Esta página ha sido corregida
(79)

bral del palacio para salir á dar un paseo por la fortaleza, sin verle luego á mi lado para esplicarme todo lo que se presentase, y si me resolvia recorrer las colinas inmediatas, se empeñaba en seguirme para servirme de guarda; bien que yo estoy íntimamente convencido de que en caso de algun ataque, antes hubiera apelado á la ligereza de los pies que á la fuerza de los brazos. Con todo eso el pobre mozo era algunas veces divertido: sencillo, siempre de buen humor, y parlanchin como un barbero de lugar, está al corriente de todos los chismes del pueblo; pero lo que le da mas orgullo es el tesoro de noticias locales que posee. No existe en la fortaleza una sola torre, una puerta, una bóveda de la que no sepa una historia llena de prodi-