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de un monte escarpado, y en el camino nos hizo reparar en las ruinas de un antiguo castillo de los moros, que habitó uno de sus reyes en tiempo de las guerras de Granada. «La reina Isabel, nos dijo, le sitió con un egército poderoso; mas él, mirándolo desde lo alto de su fortaleza, se burlaba de sus esfuerzos. Entonces se apareció la Vírgen á la reina, y á ella y á sus soldados los condujo por un camino misterioso, que nadie hasta entonces habia frecuentado ni frecuentó despues. Cuando el moro vió llegar á la reina quedó pasmado, y acosando el caballo hácia el precipicio, se arrojó en él y se hizo pedazos. Aun se ven á la orilla del peñasco las señas de las herraduras, y ustedes mismos pueden descubrir desde aquí el camino por