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amigos; porque ocupado enteramente en las ilusiones de su fantasía y en la contemplacion del retrato de la hermosa princesa, no veía nada de lo que pasaba en su derredor. De este modo pasaron nuestros viageros la árida y salvage Sierra-Morena, y las agostadas llanuras de la Mancha y Castilla, siguiendo siempre las orillas del Tajo, que en su tortuoso curso baña la mitad de la España y de Portugal. Llegados en fin á una ciudad fortificada con torres y muros almenados, y edificada sobre una roca, que circundan con grande estrépito las aguas de aquel rio:

«Veis ahí, dijo el buho, la antigua y célebre ciudad de Toledo, tan famosa por sus antigüedades. Mirad esas cúpulas venerables, esas torres que aunque degradadas ya por el