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y el gavilan, viéndose privado de la presa, dirigió el vuelo hácia los montes.

Levantó el príncipe al pobre palomo que estaba medio muerto, le besó y le abrigó en su seno. Luego que lo hubo tranquilizado con sus caricias, le puso en una jaula de oro, y le presentó con sus propias manos trigo del mas puro y agua cristalina. El ave sin embargo se negaba á tomar alimento, y permanecia con la cabeza caida, lamentándose con tono lastimero.

«¿De qué te afliges? decia Ahmed, ¿no tienes todo lo que puede desear tu corazon?

—¡Ah! no, replicó el palomo; ¿por ventura no estoy separado de mi amada compañera, y precisamente en la época feliz de la prima-