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necesarios para combatir la estenuacion de la edad, y restituir la morbidez y la frescura á un cuerpo fatigado por el estudio.»

Hizo colgar en todo el edificio una multitud prodigiosa de lámparas de plata y cristal, en las cuales ardia un aceite odorífero, cuya receta habia encontrado en los sepulcros egipcios, el cual tenia la propiedad de arder sin consumirse, y despedia un apacible resplandor. «La luz del sol, decia el astrólogo, es demasiado viva y fuerte para los cansados ojos de un pobre viejo; la de la lámpara es la que conviene para los estudios de un filósofo.»

Entre tanto el tesorero de Aben-Habuz iba ya regañando al entregar las sumas, que cada dia se le pedian para acabar el retiro, hasta que