Página:Cuentos de hadas.djvu/75

Esta página ha sido validada
— 61 —

—Vete al jardin y detrás de la regadera encontrarás seis lagartos: tráelos.

No bien los hubo traido, los trasformó la madrina en seis lacayos, que con sus galoneadas libreas se encaramaron á la trasera del coche, é iban tan seguros y reverendos como si en su vida no hubiesen hecho otra cosa.

El hada dijo entónces á la Cenicienta:

—¡Vaya! ya tienes con qué irte al baile. ¿Estás contenta?

—Sí; pero ¿cómo he de ir al baile con estos asqnerosos vestidos?

Su madrina la tocó con la varilla, y de súbito quedó convertido su vestido en un traje de oro y plata todo cuajado de pedrería; y luego le dió un par de chinelas de cristal, la cosa más linda que jamás se haya visto.

De tal suerte engalanada, subió á la carroza; pero su madrina le encargó muchísimo que por ningun estilo permaneciese en el baile más allá de la media noche, pues de lo contrario su carroza volveria á ser calabaza, los caballos ratones, los lacayos lagartos, y sus viejos vestidos recobrarian su primitiva forma. Prometió que sin falla saldria del baile ántes de media noche, y se fué tan contenta que no sabía lo que le pasaba.

El hijo del rey, como le anunciasen que acababa de llegar una gran princesa á quien nadie conocia, salió á recibirla, dióle la mano para bajar del carruaje, y la acompañó al salon, donde estaban los convidados.

Reinó al momento un silencio profundo; paróse la danza, y callaron los violines. ¡Tan grande era la atencion con que todo el mundo contemplaba la sin par be-