amores se cedian el novio, porque ninguna se atrevia á apechugar con un marido barbiazulado.
Mas lo que principalmente les daba mala espina era el ver que el tal novio se habia casado ya muchas veces, y que de ninguna de sus mujeres se sabía el paradero.
Barba-azul, buscando ocasion y pretexto para entrar en intimidad con la madre y las hijas, convidó á las tres y á cuatro ó cinco de sus mejores amigas, junto con algunos jóvenes de la vecindad, á una hermosa casa de campo, en donde pasaron ocho dias cabales. No se empleó el tiempo más que en paseos, en partidas de caza y de pesca, en bailes y banquetes, en juegos y meriendas. Por de contado que nadie pegó los ojos. Pasáronse las noches de claro en claro, dejando al diablo mucha tela cortada. Y sailó todo tan á pedir de boca, que á la menor de las dos hermanas no le parecia ya tan azul la barba del amo de la casa, y aun se le figuraba que debia de ser todo un hombre de provecho.
Volver á la ciudad y quedar concertada la boda todo fué uno. Cierto dia, pasada la luna de miel, dijo Barba-azul á su mujer que un negocio de importancia le obligaba á hacer un viaje, y que estaria ausente sobre cosa de unas seis semanas. Encargóle que se divirtiese mucho, que convidase á sus amigas, que fuese con ellas á la casa de campo, que nada escasease para darse buen tiempo.
—Toma, le dijo: toma las llaves de los dos armarios, toma la de la vajilla de oro y plata, la de las arcas del dinero, la de las arquillas de la pedrería, y la llave maestra de todas las habitaciones. Esta pequeñita es la del