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do. ¿Tiene sed? Pues échese de bruces su mercé, y beba hasta que reviente.

—Malas entrañas tienes, contestó la hada sin alterarse. ¡Corriente! Ya que tan amable eres, te concedo el don de que á cada palabra que profieras salga de tus labios una víbora ó un sapo.

Así que su madre vió á Frasquita, le dijo:

—¿Qué tal, hija mia?

—¿Qué tal? ¿qué tal? contestó la muy zopenco, y ¡zape! escupió dos víboras y dos sapos.

—¡Válgame la Virgen de las Angustias! exclamó la madre santiguándose. Esto debe ser obra de la pícara de su hermana. Me la pagará.

Y sin encomendarse á Dios ni al diablo, puso á la inocente hermana como nueva, y la solfeó de lo lindo.

La pobre muchacha echó á correr, y se refugió en el bosque cercano.

Encontróla el hijo del rey, que volvia de cazar, y como la viese tan hermosa, le preguntó qué hacia en aquel lugar tan solita, y porqué lloraba.

—¡Ay de mi! señor. Mi madre, vea V., me ha echado á la calle.

El hijo del rey, que vió salir de su boca cinco ó seis perlas y otros tantos diamantes, le rogó que le descifrase aquel misterio. Entónces la muchacha le refirió la aventura desde la cruz á la fecha.

El hijo del rey, enamorado como un tonto, y conociendo que un don de tal calibre, valia mucho más que todo lo que otra novia cualquiera pudiese traerle en dote, se la llevó al palacio de su padre y se casó con ella.