aversion horrible; tanto, que la obligaba á comer en la cocina y á trabajar dia y noche sin descanso.
La pobre niña, amen de mil otros padecimientos é injurias, tenia que ir por agua dos veces al dia, á más de media legua de distancia, y volver cargada con un gran cántaro lleno.
Un dia, estando junto á la fuente, acercóse á ella una pobre vieja y le pidió de beber.
—De mil amores, señora abuela, contestó la hermosa niña; y lavando el cántaro con mucha gracia, sacó agua del lugar de la fuente en donde más cristalina estaba. Ofreciósela á la vieja, y para que pudiese beber con más comodidad, sostenia el cántaro con su linda mano.
La buena mujer, así que hubo bebido, le dijo:
—Eres tan linda, tan amable, tan buena, que no puedo ménos de concederte un don especialísimo.
Es de advertir que la supuesta vieja era nada ménos que una hada, la cual, deseando probar hasta dónde llegaria el buen corazon de la hermosa niña, habia tomado la figura de una pobre mujer del pueblo.
—Te concedo (prosiguió la hada) el don de que á cada palabra que pronuncies salga de tus labios una flor ó una piedra preciosa.
Cuando la hermosa niña llegó á su casa, su madre la regañó mucho, porque habia tardado en volver de la fuente.
—Perdone V., madre mia, dijo la pobre niña, si he tardado tanto.
Y al decir esto cayeron de sus labios dos rosas, dos perlas y dos grandes diamantes.