—¡Hija de mi alma! exclamó el comerciante apretando a Linda contra su pecho; estoy muerto de espanto, Créeme, hija mia; yo me quedaré.
—No, padre mio, no, dijo Linda con firmeza; mañana sin falta partirá V. Me entrego á la voluntad del cielo, que tal vez se apiade de mí.
Fueron luego á acostarse, bien convencidos de que no podrian pegar los ojos en toda la noche, pero apénas estuvieron en la cama, se les cerraron los párpados. Linda vió entre sueños á una dama que le dijo: «Alabo tu buen corazon, hermosa Linda; la buena accion de dar tu vida por salvar la de tu padre será recompensada.» Linda al despertarse contó á su padre este sueño, y aunque esto sirviese al pobre viejo de algun consuelo, al tener que separarse de su hija no pudo ménos de prorumpir en penetrantes gritos de desesperacion.
Así que hubo partido, sentóse Linda en el gran salon, y soltó la rienda al llanto; pero, como le sobraba buen ánimo, encomendóse á Dios, y tomó la resolucion de pasar con tranquilidad el poco tiempo que le quedaba de vida; pues harto penetrada estaba de que la Fiera se la comeria por la noche sin falta. Recorrió todo el palacio, y no pudo ménos de admirarse de su magnificencia. Sorprendióla en extremo el encontrar una puerta con un letrero encima que decia: «Aposento de Linda.» Abrióla precipitadamente, y quedó deslumbrada y ciega al ver tanto esplendor y lujo; pero lo que más le llamó la atencion fué una riquísima biblioteca, y varios instrumentos de música. No quieren que me fastidie, dijo para sus adentros; si no tuviese que permanecer aquí mas que un dia,