Pero el mismísimo Perrault, que al codearse con los sabios de in illo tempore tan frecuentemente perdia la cabeza, cuando apelando á las memorias de la infancia, cuenta á los niños lo que le habia contado su abuela, consigue, cuando ménos lo piensa, recabar de la desdeñosa poesía las miradas de cariñio que con tanto ardor y tan en balde había muchas veces solicitado. Y las buenas Hadas ciñeron su frente de flores de las selvas.
Leed sus donosos cuentos, y si por ventura os hicieren bostezar, á fe de cristiano viejo os aseguro, que no será suya la culpa, sino del malhadado traductor, que no sabe de la misa la media. Daos prisa á aprender el francés, y podréis leer los cuentos de Perrault sin disfraz que los trasforme y desfigure, castigando de esta manera mi osadía. La intencion es sana: si erré, perdóneme Dios, pues que de tejas abajo con el pecado he de llevar la penitencia.
Si a pesar de lo de traduttore traditore os hace gracia oir á Perrault chapurrando el castellano, y os da el naipe por cuentos, yo os prometo que no se agotará tan fácilmente el caudal. Conozco á unos señores alemanes, grandes bebedores de cerveza y amigotes de viejas, que le dan á Perfault quince y falta. Aquello sí que es cosa de chuparse los dedos. Daos mucha prisa en leer, que si empezamos á hurgar, ya veréis lo que sale.