llado su necio orgullo.» Al propio tiempo todo el mundo se compadecia de Linda, y en todas partes se oia repetir: «Su desgracia nos llega al alma. ¡Qué chica tan buena! ¡conversaba con los pobres con tanta dulzura!¡es tan amable, tan virtuosa!» A pesar de su pobreza, muchos hidalgos solicitaban su mano; pero ella les contestaba que no podia conformarse con abandonar á su padre, y que de todos modos queria acompañarle á la casa de campo para consolarle y ayudarle á trabajar.
Cuando se hubieron instalado en su nueva vivienda, el comerciante y sus tres hijos se dedicaron á las labores del campo.
Linda se levantaba á las cuatro de la mañana, limpiaba la casa, y disponia el almuerzo. Al principio, poco acostumbrada como estaba á trabajar como una criada, se fatigaba mucho, pero á los dos meses ya estaba hecha á todo.
Concluidos los quehaceres domésticos, divertia el ocio tocando alguna pieza de música, ó dando vueltas al huso, alegraba el aire con sus cantares.
Sus hermanas, al contrario, se levantaban á las diez, y todo el santo dia de Dios se estaban paseando sin mas ocupacion que la de acordarse de vestidos elegantes y bailes; así es que se consumian de fastidio. No contentas con descargar sobre los hombros de la pobre Linda todo el peso de la casa, contínuamente la molestaban é injuriaban, causando no poca pesadumbre al desgraciado padre que sabía apreciar cuanto valia el buen comportamiento de su hija.
Cosa de un año haria que llevaba la familia este gé-