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Implora de Dios la ayuda,
Y ve lo que más te peta
Entre leñadora neta
O princesa nariguda.»
Manola, aunque bien sabía
Que en el mundo engañador
De una diadema al fulgor
Parece hermosa una arpía,
Preciada de su palmito,
Hizo renuncia formal
De su tálamo real
Y del nasal sambenito,
Prefiriendo en conclusion
Quedarse (y su gusto abono),
Sin salchichon y sin trono,
Que con trono y salchichon.
Y el leñador precisado
A hacer tan mezquino empleo
De su último deseo,
Dió al traste con el reinado.
Ni llenar pudo al redaño,
Ni á ser rey jamás llegó,
Ni marqués, y se quedó
Tan leñador como antaño.