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VIII

segun cuentan, quieras no quieras, arrojó por la ventana el empleo, y se encaprichó como un bobo en su antigua manía de hacer malos versos.

Recias tundas le dieron Racine y Boileau, grandes personajes de aquellos tiempos, á quienes sé que profesaréis amistad y respeto, cuando lleguéis á tratarles. Entonces veréis cómo Perrault, á pesar de sus malos versos, fué todo un sabio, y podréis contemplarle arrellanado en un sillon de la Academia de inscripciones, escribiendo su Paralelo de los antiguos y modernos, y los dos tomos en fólio de Elogios de los hombres ilustres del siglo xvii y otro tomo en fólio titulado Gabinete de las bellas artes, ó Coleccion de estamas, con explicaciones en prosa y verso, obras muy acreditadas, y que ingénuamente os confieso no haber leido.

Dicen que á Perrault se le deslizaron disparates tan garrafales como el de sostener que Chapelain era más bonito que Homero. Eso no probará sino que el más lince está expuesto á resbalar y á romperse la crisma. ¿Acaso, acaso no daba el mismo Boileau sus cabezadas? Y cuando quiso arrimarse demasiado á la lumbre ¡cuántas veces le cogió el sueño de medio á medio! Pues á fe que no tenia pelo de tonto, y que sabía muy mucho donde le apretaba el zapato.

Lo cierto es que Perrault, además de académico y escribidor de á fólio, fué un excelente sugeto, y un excelente protector de las Artes: hombre de bien á carta cabal y muy amante del trabajo, que es lo que hay que ser en este pícaro mundo, y á lo que debeis aspirar.