la segunda que tendria un alma de ángel; la tercera, que estaria dotada de una gracia admirable; la cuarta, que bailaria primorosamente; la quinta, que cantaria como un ruiseñor; y la sexta, que tocaria todos los instrumentos con suma perfeccion y destreza.
Llególe el turno á la vieja, y moviendo la cabeza y venciendo el enojo á la vejez, dijo que la princesa se traspasaria la mano con un huso, de resultas de lo cual moriría. Este don funesto heló de espanto á todos los circunstantes, y no hubo uno solo que no derramase amargas lágrimas. En esta sazon salió de detrás de los tapices la jóven hada que debia ser la última, y dijo en alta voz las razones siguientes:
—¡Oh rey! ¡oh reina! cálmese vuestra afliccion: no morirá de este mal vuestra hija: no me es dado deshacer completamente lo que ha hecho la vieja: la princesa se traspasará la mano con un huso; pero en vez de morir, quedará sepultada en un profundo letargo por espacio de cien años, al cabo de los cuales vendrá á despertarla el hijo de un rey.
Deseando el rey evitar por todos los medios imaginables que se cumpliesen las predicciones de la vieja, mandó publicar un decreto prohibiendo bajo pena de la vida hilar con huso y guardar ó poseer huso ninguno de cualquier naturaleza y condicion que fuese.
A cosa de unos quince ó diez y seis años, habiendo salido un dia el rey y la reina á una de sus posesiones de recreo, hizo Pitillas que recorriendo la princesa todo el alcázar, y subiendo de piso en piso, llegase hasta lo más alto de la torre del homenaje, y en un pequeño des-