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—Me han asegurado, dijo el gato, que poseía V. la virtud de trasformarse a su gusto, que podia V. convertirse, por ejemplo, en leon, en elefante, etc.

—No que no, dijo bruscamente el ogra, y para que te convenzas voy á convertirme en un leon.

El gato cogió tal susto al verse cara a cara de un leon, que al instante se encaramó bufando a los canalenes del tejado con no poco trabajo y peligro de hacerse tortilla, gracias a las botas, que maldito lo que servían para andar de teja en teja. Al poco tiempo, viendo que el ogra habia recobrado su primitiva forma, bajó del tejado, y no tuvo empacho en confesar que habia tenido su poquillo de miedo.

—Tambien me han asegurado, dijo el gato, pero todavía me parece más increible, que podia V. adquirir la forma de los animalejos más pequeños; que podia V. convertirse, por ejemplo, en un raton, en un ratoncillo; y esto, francamente, me parece imposible

—¿Imposible? dijo el ogra, allá lo veredes. Y al punto se trasformó en un ratoncillo, y se puso á correr por el pavimento. Apenas lo vió el gato, le echó la zarpa y se lo comió.

Entretanto el rey, á quien habia llamado la atencion el hermoso castillo del ogra, tuvo curiosidad de verlo por dentro.

El gato, así que oyó el ruido de la carroza que pasaba, por el puente levadizo, salió al encuentro del rey, y le dijo:

—Bienvenido sea V. M. al castillo del marqués de Cuatrovientos.