todo el tiempo que duraron los 120 reales. Como donde no hay harina todo es mohina, agotado el dinero, volvieron los apuros y los disgustos. Por segunda vez tomaron la resolucion de abandonar á sus hijos, y de llevarlos más léjos para de este modo asegurar bien el golpe.
No consiguieron arreglar este asunto con tanto sigilo que pasase desapercibido á los vigilantes oídos de Caga-chitas, el cual habia echado sus cuentas para salir del apuro tan bien como ántes; mas por mucho que madrugó para ir coger chinitas, no pudo salir con la suya, por estar cerrada bajo llave, y con dos vueltas, la puerta de la casa.
No sabía qué hacerse, cuando habiéndoles dado la madre á cada uno un tarugo para el desayuno, creyó que las migas de pan sembradas por el camino podrian muy bien suplir el oficio de las chinitas, y con este objeto se metió el mendrugo en el bolsillo.
El padre y la madre llevaron á los chiquillos al lugar donde el bosque era más intrincado y sombrío, y así que llegaron, echando por un atajo, los dejaron abandonados. Maldito lo que por esto se apuró Caga-chitas, fiado en que las migas de pan que oportunamente habia ido sembrando no dejarian de enseñarle el camino; pero se quedó frio como un mármol, cuando vió que las migas habian desaparecido sin dejar rastro ninguno. Los señores pájaros andan listos, y el no haber contado con ellos, fué lo que se llama echar la cuenta sin la huéspeda.
Allá de quejas y lamentaciones de toda la chiquillería, que no habia más que oir. Cuanto más caminaban, más se iban internando y enredando por las enmaraña-