De este modo, los caballos vieron y oyeron al irritado chacarero y al polaco cazurro.
¡Es la última vez, don Zaninski, que vengo a verlo por su toro! Acaba de pisotearme toda la avena. ¡Ya no se puede más!
El polaco, alto y de ojillos azules, hablaba con extraordinario y meloso falsete.
¡Ah, toro, malo! Mi no puede! ; Mi ata, escapa! ¡Vaca tiene culpa! ¡Toro sigue vaca!
—Yo no tengo vacas, usted bien sabe!
No, no! ¡Vaca Ramírez1; Mí queda loco, toro!
—Y lo peor es que afloja todos los hilos, usted lo sabe también!
Sí, sí, alambre! ¡Ah, mí no sabe!...
¡Bueno!, vea don Zaninski: yo no quiero cuestiones con vecinos, pero tenga por última vez cuidado con su toro para que no entre por el alambrado del fondo; en el camino voy a poner alambre nuevo.
Toro pasa por camino! ¡No fondo!
—Es que ahora no va a pasar por el camino.
—Pasa, toro! ¡No púa, no nadal¡ Pasa todo!
—No va a pasar.
—¿Qué pone?
—Alambre de púa... pero no va a pasar.
¡No hace nada púa!
—Bueno; haga lo posible porque no entre, porque si pasa se va a lastimar.
El chacarero se fué. Es como lo anterior evidente que el maligno polaco, riéndose una vez más de las gracias del animal, compadeció, si cabe en lo posible, a su vecino que iba a construir un alambrado Din fined by Google