Página:Cuentos de Andersen (1908).pdf/48

Esta página ha sido corregida
39
Historia de una madre

fondo del lago, y quedaron convertidos en dos perlas como nunca las haya poseído reina alguna.

El lago entonces la tomó y sostuvo en su superficie, y cual si hubiese sido un columpio, con un solo movimiento de ondulación la dejó á la otra orilla, donde se levantaba un maravilloso edificio cuya fachada tenía más de una legua. De lejos no podía distinguirse bien si esta soberbia construcción era una montaña con sus grutas y bosques ó una obra de arte. Pero la desolada madre ya nada podía distinguir habiendo perdido la vista.

—«Y ahora, ¿cómo reconoceré á la Muerte que me ha arrebatado á mi hijo?» gritó con desgarrador acento.

—«La Muerte no ha llegado todavía,» le contestó una vieja, que andaba por allí guardando el invernáculo y cuidando las plantas. «Y dime: ¿cómo te las has compuesto para llegar hasta aquí? ¿Quién te ha ayudado?»

—«Sólo Dios misericordioso. Pero tú también te apiadarás de mí, buena mujer. ¿Dónde está mi hijo?»

—«No le conozco, repuso la vieja, y veo que erest ciega. Hay aquí muchos árboles, flores y plantas que se han marchitado esta noche y dentro de poco vendrá la Muerte, como de costumbre, á retirarlos. Creo que ya sabrás que todos los seres humanos tienen aquí un árbol ó una flor que representa su vida y carácter y que muere con ellos. A simple vista parecen vegetales ordinarios; pero al tocarlos nótanse en ellos las pulsaciones de un corazón Llégate hasta aquí y tal vez podrás reconocer los latidos del corazón de tu hijo. Pero ¿qué me darás si te enseño el camino?»

—«Nada me queda, respondió la desdichada madre con honda tristeza. Sin embargo, pide lo que quieras y yo iré á buscarlo aunque sea al fin del mundo.»