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La Pulgarcilla

atravesó grandes montañas cubiertas de nieves perpetuas. La Pulgarcilla tenía frío; pero se acurrucaba bajo las plumas del pájaro, sin sacar más que la cabeza, anhelosa de admirar los bellos paisajes que atravesaban.

Y en su rápido vuelo, descubría bosques de limoneros y naranjos, vides trepando hasta las copas de los árboles, con sus flotantes guirnaldas de frondosos pámpanos, un cielo de un azul más acentuado y de una pureza incomparable, que parecía dos veces más alto que en las regiones del Norte. De vez en cuando pasaban junto á ella grandes mariposas de alas brillantes y deslumbradoras, cual nunca las había visto ni imaginado.

Y la golondrina seguía volando y avanzaba siempre, y el paisaje era cada vez más espléndido. Por fin llegaron á un lago azul y transparente rodeado de una magnífica arboleda, á cuyas orillas se levantaba un soberbio palacio de mármol, adornado con columnas por las cuales se enroscaban caprichosamente hiedras y emparrados. Las cornisas es-