Hostigada por la necesidad, la Pulgarcilla hizo abdicación de su amor propio y tendió la mano á la rata como una mendiga, pidiéndole por caridad medio grano de cebada, pues hacía dos días que no había comido.
—«¡Pobre niña! dijo la rata que casualmente tenía buen corazón: entra, pasa adelante y podrás calentarte y comer algo.»
Tan prendada quedó la rata de los modales finos y de las donosas cuquerías de la Pulgarcilla, que al día siguiente le dijo:
—«Oye, niña; si quieres, podrás pasar el invierno en mi casa; no has de hacer más que ayudarme á limpiar y disponer la habitación y cuando no tengas otros quehaceres, me contarás alguna historieta, pues has de saber que me gustan extraordinariamente.»
La Pulgarcilla aceptó de buen grado los ofreci-