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Escenas de corral

—«No os enfadéis, repuso el pajarillo, ese pip ha sido un grito de dolor, y no una queja.»

La Portuguesa ya estaba lejos y no oyó siquiera esta disculpa: había ido á tomar parte en el festín y se hartó de lo lindo. Luego volvió á arrellanarse de cara al sol; en tanto que el pájaro se le acercó tímidamente y deseoso de captarse sus buenas gracias. entonó uno de sus más alegres cantos:

Tillelelit
Om Hjertet dit
Vil jog synge tidt
Fly vende, vidt, vidt, vidt[1].

—«Yo, después de comer, suelo echar un sueño, refunfuñó la Portuguesa. Será preciso que respetéis las costumbres de la casa. Dejadme dormir.»

El pobre pájaro con esta amonestación se quedó como quien ve visiones, pues si cantó fué sólo con la idea de recrearla. Y cuando la señora Portuguesa despertó, se lo encontró á su lado, llevando en el pico un grano de trigo que había descubierto y que dejó á los piés de su protectora. Pero ésta había tenido un sueño agitado y estaba de mal humor.

—«Esto será para un pollito, dijo. Por lo demás absteneos de meteros siempre entre mis piernas. Ya os lo he advertido otra vez.»

—«¿Por qué me odiáis así? murmuró el pajarillo. ¿Qué os he hecho?»

—«¡Hecho! ¡hecho! refunfuñó la Portuguesa. Notad que esta expresión es de mal gusto. ¿Lo oís?»


  1. Aunque la lengua castellana no puede dar una idea exacta de esta onomatopeya danesa, que tanto se asemeja al canto de los pájaros, su traducción literal como sigue: «Tillelelit.—Tuyo de corazón.—Yo canto muy bien.—Yo vuelo aprisa, aprisa, aprisa.» (N. del T.)